Vivo en la Alta Franconia desde hace seis años con una bávara lo suficientemente desesperada para juntarse conmigo, a pesar de que aún no hablo una papa de alemán, y con nuestros dos monstruos. Traductor y lingüista de profesión, pero por culpa de la inteligencia artificial terminé como docente de idiomas. Soy escritor frustrado y tengo seis o siete obras sin terminar desde hace como diez años. Nadie las ha leído –ni las leerán– porque son bastante malas. Ojalá algún día termine una, por lo menos. Me encanta leer cosas nerdas sobre tecnología y software de código abierto. A veces le meto a la literatura y a la historia también. Hablo hasta por los codos. No fumo, no bebo y no bailo pega’o. Así que si su hija sufre y llora, con toda seguridad no es por mí, señora.